Primero, tuvimos que cortar unas botellas grandes y secarlas súper bien.
Después, cogimos varios folletos de supermercado que ya no tenían utilidad e hicimos trocitos sus páginas. Con esto, ya era momento de ponerse manos a la obra: teníamos que ir pegando los trocitos por toda la media botella que había cortado previamente. Además, para que quede bien duro y sea más resistente, se deben poner varias capas de trocitos de papel. Ah, ¡algo importante! La cola que empleamos para pegar los trocitos en la botella estaba mezclada con agua, así es mucho más sencillo manejarla, no se gasta tanto y podemos asegurarnos de que todos los rinconcitos del papel están bien adheridos a la botella.
Una vez toda la cola estuvo seca completamente, era momento de ponerse a pintarla y a decorarla, cada uno a nuestro gusto. Algunos incorporamos un trozo de lana para poder transportar nuestro jarrón, otros, le pegamos un pompón, otros decidimos que con lo colorido que lo habíamos dejado con las témperas estaba ya precioso. La verdad es que todos nos han quedado estupendos y, como la parte de dentro es de plástico, el agua no traspasa y cumple su función de maravilla.
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